Desde la antigüedad el ámbar ha sido muy apreciado en todo el mundo, tanto por la aristocracia como por la gente común. A lo largo de la historia ha sido utilizado extensamente en joyería, no solo con fines ornamentales, sino también como símbolo de la realeza y como reliquia religiosa, ya que en muchas culturas se cree que tiene propiedades místicas o mágicas y que trae suerte y felicidad a quien lo lleva. Es muy apreciado por los coleccionistas y su precio en el mercado mundial está en continuo crecimiento. Aunque hace mucho tiempo que se conoce su existencia, no fue hasta el desarrollo de la ciencia moderna cuando se pudo determinar su origen.
Los estudios geológicos indican que durante el Eoceno y el Cretáceo en el mundo crecían gran número de pinos y arces. Algunas de las secreciones de resina de estos árboles quedaron depositadas bajo tierra y a lo largo de los años, en condiciones de calor y alta presión, se fueron endureciendo convirtiéndose en lo que hoy conocemos como ámbar. Los estudios también indican que el ámbar formado durante el Cretáceo es más duro que el ámbar formado posteriormente durante Mioceno, como es el caso del ámbar dominicano. Después del Mioceno, a causa de la reducción de los bosques de coníferas y del largo período de tiempo necesario para la fosilización, la formación de esta piedra preciosa es cada vez menos frecuente.