En su casa alquilada de 9 m2, en el sur de Beijing, Liu Ying, una mujer de la etnia miao vestida con una túnica negra con elaborados bordados hechos por ella misma, enseña a su hija de 11 años a bordar un dibujo de un dragón, mientras escuchan las canciones populares de los miaos que reproduce en su ordenador.
"En nuestra cultura, si una chica no sabe bordar es una vergüenza”, comenta la madre y precisa que las mujeres como ella “empiezan a enseñar la técnica del bordado a sus hijas a la edad de cinco años”.
Una obra maestra del bordado miao puede necesitar del trabajo de tres generaciones para ser acabada. Fotos por Qin Gang / para China Daily |
"Las imágenes están inspiradas en la vida diaria. Las representación es abstracta, imbuida con un gran valor estético”, comenta Wei Ronghui, comisario adjunto del Museo Nacional de China en Beijing.
Una pieza de finos bordados refleja diligencia y es una muestra de la familia involucrada en mantener una economía sólida.
"Has de concentrarte en dar puntadas como si tus antepasados te estuviesen observando", comentó Liu.
Una obra de arte (que a menudo tarda tres generaciones en ser completada), sólo es llevada dos veces por una mujer miao, en su boda y en su funeral. Y después ha de ser pasada a la siguiente generación.
"He conservado los trajes que mis antepasados me cedieron y mi hija los heredará tras mi muerte”, subrayó la madre.
Los bordados miao, que datan de la dinastía Tang (618-907 a.e.c.), fueron reconocidos en 2006 como Patrimonio Cultural Nacional Intangible.
Los nueve millones de personas que forman la etnia clasifican como la quinta minoría más grande de las 56 que tiene China. Muchos de ellos viven en poblaciones remotas de las provincias de Guizhou y Hunan y la región autónoma Guangxi de Zhuang, en el sur de China.
Este estilo étnico de bordados resulta fácil de encontrar en grandes ciudades como Beijing y Shanghai, gracias a los comerciantes miao como Liu Ying, quien en 2000 trajo sus obras hechas a mano a la capital. “Tuve que hacer un viaje de tres horas en autobús y cinco en tren, para llegar desde mi ciudad natal, Kaili, en Guizhou, a Beijing".
Actualmente ella recorre esa ruta cada semana, para comprar bordados, la mayoría procedentes de talleres de Kaili, que luego vende en sus dos puestos de Panjiayuan, el mercado de antigüedades y artículos culturales más grande de Beijing.
Las prendas hechas a máquina se venden a un promedio de 300 yuanes (unos 45 dólares estadounidenses), mientras que las hechas a mano pueden costar más de 85.000 yuanes, según el nivel de artesanía y el tiempo empleado. El precio normal oscila de 100 a 5.000 yuanes.
Comerciar bordados miao ha mejorado nuestra calidad de vida, aseguró Liu. “Ahora puedo hacer unos 1.000 yuanes al mes de media, tras pagar el alquiler de mi dormitorio y del puesto”.
A pesar de que no es un gran sueldo, según los estándares de Beijing, le ha permitido comprarse un nuevo apartamento en su ciudad natal.
Hoy en Panjiayuan existen unas 20 tiendas y puestos que venden artesanía miao al detalle. Sin embargo, a medida que los talleres que producen piezas bordadas a máquina se van desarrollando, el arte del bordado a mano parece ir en declive.