Los vas, pertenecientes a la familia de lenguas bengalo-kmeres,
habitan en su mayoría en Xinmeng, Cangyuan y Mengli de la
sudoccidental provincia de Yunnan, y constituyen una etnia poco
numerosa de China.
Sus antepasados eran una rama de los
pus del sur del país. Los vas guardan lazos de sangre estrechos con
las etnias blang y de’ang desde la antigüedad. Anteriormente tenían
nombres diferentes: se llamaban vas en Zhenkang y Yongde; baraos o
buraos en Gengma, Shuangjiang y Cangyuan; y avas o levas en Ximeng
y Menglian. Después de la fundación de la Nueva China en 1949, se
los denominó “etnia va”. Debido a su larga convivencia con la etnia
dai, los vas de la prefectura de Ximeng han sido influenciados por
este grupo en lo que atañe al canto, la danza, los instrumentos
musicales y la arquitectura.
Los vas idolatran a una diversidad
de dioses, de los cuales los más importantes son Muyiji y Ayi’e. El
primero, creador de todas las cosas, dispone el destino de éstas.
Para vivir en paz y tener cosecha abundante, los vas depositan
ofrendas ante el dios Muyiji en la gran mayoría de las ceremonias y
lo entretienen con canto y danza para pedirle amparo. El otro dios,
Ayi’e, es el primer ancestro de los hombres y el dios del hogar,
respetado por todos.
Las fiestas de los vas están ligadas
con las ceremonias de homenaje. Toda vez que es el Año Nuevo o
ceremonia, la gente se viste de gala, sacrifica cerdos y bueyes,
prepara licor y cuece arroz glutinoso a vapor en señal de
celebración. La actividad más animada transcurre en el duodécimo
mes lunar (mes gerui según el calendario va), cuando se efectúa la
ceremonia pomposa llamada “tirar del tronco de árbol”. En este acto
los vas practican de comienzo a cabo la Danza con tambores de
madera bajo la conducción del “moba”, sacerdote en su lengua.
Interesa saber que en la ocasión el dios Muyiji desciende al mundo
para aceptar el culto y la veneración de los seres humanos.
El tambor de madera es un objeto
sagrado transmitido de generación y en generación y considerado
origen de la etnia. Según una leyenda de los vas, un diluvio de
principios de la génesis por poco se llevó las vidas en la tierra y
el dios Muyiji salvó a los vas ubicándolos en un arca, de modo que
ellos han podido proliferar hasta ahora. Desde entonces, los vas
adoran el arca como madre de su etnia y le tributan los máximos
respetos.
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Para poder procrearse y aumentar en
número, los vas aplican al arca la forma de vulva y ponen dentro el
tambor de madera, que es el alma del dios Muyiji. Creen que este
tambor es el arca que rescató a sus antepasados, la encarnación de
la madre y el lugar donde vive el alma de Muyiji. De ahí la
conversión del tambor de madera en un objeto sagrado de
comunicación con el cielo y a favor de la prosperidad de todas las
cosas. Debido a ello, la Danza con tambores de madera compone parte
indispensable de las ceremonias. Para permitirle tonos melifluos al
tambor, se esculpe en él un orificio plano y largo y, en ambos
lados de la parte maciza triangular, sendas cavidades donde
instalar lenguas y dientes de resonancia. Luego, en una habitación
especial se colocan un tambor de madera grande y otro pequeño, los
cuales se emplean para acompañar la danza en la ceremonia con
sacrificios y cuyos sonidos, de tonos distintos, son ora profundos
ora claros como si fuera un diálogo íntimo entre madre e hijo.
La Danza con tambores de madera
consta de cuatro partes. En la primera el sacerdote canta
cabalgando sobre un grueso tronco de árbol atado con cuerdas de
mimbre y un grupo de hombres robustos lo jalan adelante gritando
hasta la aldea. Esta parte clásica y vigorosa, llamada “tirar del
tronco de árbol”, se ejecuta con pasos naturales y saturados del
culto primitivo.
La segunda parte es “entrar en la
habitación de tambores de madera”. Los bailarines imitan con
detalle la confección de estos instrumentos. Al nacer los
“tambores”, el sacerdote, sujetando una rama de árbol en la mano y
avanzando en cuclillas abiertas, los conduce a pasar a la
habitación con solemnidad.
En la tercera parte, “tocar los
tambores”, que es la más apasionante y maravillosa, la danza
alcanza el clímax. Con alta habilidad de tocar y bailar, los
hombres reviven el acto con sacrificios, la ronda y la alarma con
una serie de movimientos complicados. Para empezar, uno o dos
hombres golpean los tambores y su ritmo y tono cambian conforme
cambia el contenido de la danza. Cuando ésta llega al apogeo, se
presentan otros tres o cuatro varones fornidos con palitos pintados
en la mano, quienes mientras tocan los tambores saltan y giran en
su rededor, llevando la atmósfera al como de la alegría. En un
ambiente así, la gente divierte a su dios y se desea buena cosecha
y buena cría de animales en el próximo año, satisfaciéndose al
máximo en lo espiritual.
“Venerar el tambor de madera” es la
última parte de la danza, de estilo convencional, en la cual el
lenguaje coreográfico es sencillo, pulcro y de índole ritual
primitiva para idolatrar al gran dios Muyiji.
A través del tiempo, los vas han
cambiado de concepto a vuelos, puesto que la ciencia y cultura
modernas han sustituido la superstición feudal. Con todo, no ha
hecho mutis la Danza con tambores de madera, de tradición para las
ceremonias de homenaje. Reteniendo la forma original y renovada de
faz, se ha convertido en un programa de diversión aceptado por
todos y de su preferencia.
Cuando es una fiesta o Año Nuevo,
los vas, hombres y mujeres, viejos y niños, visten lo mejor de su
atuendo y se cogen de la mano para bailan en torno de la habitación
de tambores la Danza con tambores de madera al tañido de estos
instrumentos. Se flexionan las rodillas y se encorvan en muestra de
respeto a los tambores. Avanzan en corro en el sentido inverso a
las agujas del reloj, tiran las manos y golpean el suelo con los
pies. En el primer paso adelantan el pie derecho hacia la derecha,
alzan las manos a un lado y echan el cuerpo atrás. En el segundo
paso adelantan el pie izquierdo, tiran las manos abajo atrás e
inclinan el cuerpo adelante. Así, repiten estos movimientos de modo
rítmico y estable. Los tocadores de los tambores encabezan el coro
y los otros bailan y cantan siguiendo su ritmo. Por contenido el
coro cubre la historia de la etnia, la ceremonia ritual, el trabajo
y la vida. El redoble de los tambores, el canto y las ovaciones,
todos fervorosos, ponen de manifiesto su profundo afecto a la
tierra y su espíritu por la supervivencia y autosuperación.
Hoy día, las mujeres han añadido la
acción de “arrojar los cabellos” a la Danza con tambores de madera,
de suerte que esta danza se ha enriquecido aún más en forma y
lenguaje, deviniendo la más típica de las danzas de los vas.
(CIIC)
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