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Los miaos son una de las etnias del sur de China, tienen muchas
ramas y están ampliamente distribuidos. Debido a su larga historia
y vasta cultura folclórica, las ramas de los miaos muestran tintes
y atractivos intensos y distintos en lo que atañe a la lengua, la
indumentaria y el canto y la danza. Pero siendo de la misma etnia,
tienen mucho en común en cuanto al culto a los dioses, las
costumbres de vida, las formas de canto y danza y los estilos de
arquitectura. En estos aspectos, usar la zampoña para bailar y para
acompañar la danza en grupo es una particularidad compartida por
todas las ramas de los miaos. Viendo de conjunto, si bien el canto
y la danza de las diferentes zonas no lucen mayor diferencia, se
distinguen por formas únicas e inconfundibles.
Los miaos llamaban caitang (pisar el
suelo) a las danzas con canto en grupo de los jóvenes para la
autodiversión. Pero como a estas danzas nunca les falta la música
del lusheng (zampoña en lengua miao), la gente cambió el nombre
tradicional de caitang por el de “danza lusheng”. Luego, para
sugerir sus peculiaridades o matices, se les añadieron nombres
topográficos, diciendo “danza lusheng de Rongshui, Guangxi”, “danza
lusheng del sudeste de Guizhou”, “danza lusheng de Huaxi, Guizhou”,
etc. El que el hombre toque la zampoña y la mujer baile es una
costumbre tradicional de las etnias miao y dong. Pero son una
excepción las mujeres miaos, no menos talentosas que los hombres,
de la provincia de Guizhou, quienes tocan la zampoña y bailan al
mismo tiempo. No corremos riesgo de exagera al decir que es un
“paisaje” inexistente en las zonas donde viven las otras “etnias de
la zampoña”. Además de tener que tocar bien la zampoña y participar
en la danza en grupo con este instrumento, los muchachos miaos
deben saber bailar el solo o el pas de deux con zampoña también, y
únicamente así sobresaldrán de los demás y se ganarán la admiración
de las chicas.
En Huaxi, Guizhou, siempre que es la
Fiesta del Año Nuevo o tiene lugar otra celebración, los miaos
jóvenes de ambos sexos se juntan a tocar la zampoña y bailar la
danza lusheng. Entre los intérpretes de este instrumento hay
también muchachas de tierna edad, quienes, de pie con los
ejecutantes hombres en un mismo corro de baile, al soplar sus
instrumentos danzan junto con las mujeres del corro exterior. En
los dos corros, entrecruzados, los bailarines cambian de sitio
constantemente, brincan ora hacia el centro, ora hacia fuera, cual
si fuesen flores abiertas o mariposas hermosas. Aunque no son
artistas profesionales, su sencillez, su elegancia y su alegría
brotada del corazón llenan de vida el canto y la danza, de tal
manera que los mirones se extasían batiendo palmas y pataleando con
fuerza.
Más divertidas todavía son las
muchachas de una rama de la etnia apodada
“miaos de cabeza puntiaguda”, ya que sus hembras llevan en la
cabeza gorros color castaña terminados en punta. Cuando las chicas
no han tenido tiempo de decirle su amor a los muchachos que quieren
aunque han bailado con ellos en la danza lusheng en grupo, recurren
entonces al hábito romántico de “dejarse conducir como la oveja”,
muy popular entre los “miaos de cabeza puntiaguda”. Explicado de
otra manera, al terminar el baile, si alguien sigue a un grupo de
dos o tres chicas, descubrirá que no están vagando por el lugar a
ciegas sino que están buscando a los chicos de quienes están
prendadas. Tan pronto una ve al chico que ama, saca del pecho una
tira de tela larga y oscura, la amarra sin vacilar en la faja de
éste por detrás, toma el otro cabo en la mano y comienza a seguir
muda sus pasos, no importa adónde vaya el joven. Los residentes
locales llaman “conducir a la oveja” a esta forma en la que el
guapo guía a la chica enamorada de él tirando de la faja de la
cintura. Más interesante aún es que a veces un joven sobresaliente
conduzca a varias “ovejas” al mismo tiempo, caminando a todas
partes. Pero estése tranquilo, pues nadie se enfadará por ello.
Para el “guía” es una chance preciosa de exhibir su hechizo y, por
lo tanto, siente euforia, mientras que las chicas que van tras él
están satisfechas de haber escogido al mejor de los hombres. Para
colmo de todo, las chicas saben perfectamente que están rivalizando
en igual plano y no tienen por qué enojarse con las otras, y saben
también que el que quién pueda reír hasta el último minuto depende
del “guía”, quien hace la elección.
En el distrito de Rongshui, región
autónoma de Guangxi, la “danza lusheng sobre tres estacas” entre
dos hombres es una de las danzas acrobáticas muy difíciles. Por su
nombre se entiende que los dos deben bailar sobre tres
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estacas de madera clavadas en el suelo. Imagínese: nada fácil es
para cualquiera que sea saltar de una estaca a otra cuando hay tan
sólo tres, y menos aún si dos hombres tienen que brincar por turno
y sin caerse. No bien empiezan a sonar los yueqins (instrumentos de
cuerda) como acompañamiento musical, los dos bailarines, agarrando
las zampoñas delante del pecho y de pie en una estaca cada uno,
comienzan a saltar sobre las tres estacas por turno. De principio a
fin, mueven los pies acorde a los sonidos ora rápidos ora lentos de
las zampoñas, mantienen los cuerpos equilibrados con maestría y
colaboran tácitamente de maravilla. Justo en eso, su actuación
arranca elogios y gritos de admiración a los espectadores. Es
debido a las altas destrezas de sus ejecutantes, que la “danza
lusheng sobre tres estacas” de los miaos del distrito de Rongshui
ha hecho fama en la comarca y fuera de ella.
En muchas comunidades miaos de la
provincia de Guizhou, lejos del distrito de Rongshui, Guangxi, hay
danzas lusheng, de hombres también. De ellas es representativa la
danza del faisán entre dos varones. Por tradición los miaos adoran
a las aves desde la antigüedad, y el faisán es el fénix a sus ojos.
Así pues, imitar al faisán y sus movimientos forma parte
indispensable de muchas danzas. Por la danza del faisán nos
referimos a que dos muchachos guapos, llevando puestos gorros con
plumas largas de faisán y camisas blancas y pantalones negros con
adornos tradicionales, bailan primorosamente y tocan sus zampoñas
al mismo tiempo. Ya imitan a faisanes retozando y peleando, ya
brincan con un solo pie pasando por encima de la espalda del otro,
y una vez que pisan el suelo, presentan posturas hermosas entre los
dos, mas sin nunca dejar de soplar los instrumentos. El
espectáculo, además de exhibir la alta habilidad de los bailarines,
permite a los espectadores disfrutar de escenas de juego y busca de
alimentos de los faisanes en el mundo natural.
(CIIC)
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