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La provincia de Guizhou, situada en la meseta Yunnan-Guizhou del
suroeste de China, es la principal área comunitaria de la etnia
miao, pero algunos miembros de este grupo viven también en las
provincias de Hunan, Sichuan y Yunnan y la región autónoma de
Guangxi. Los miaos hablan miao, de la familia de lenguas chinas y
tibetanas. En tiempos inmemoriales sus antepasados guardaban lazos
íntimos con el grupo de qiangs antiguos y el de yues antiguos, y
durante las dinastías Qin (221-206 antes de nuestra era) y Han (226
a.n.e.-220 nuestra era) vivían alrededor del lago Dongting de lo
que es hoy la provincia de Hunan y en la zona llamada Wuxi entonces
localizado en la actual frontera de las provincias de Hunan y
Guizhou. Más tarde, en el siglo V, se desplazaron en direcciones
oeste y sur. La letra de una canción de los miaos dice: “El sol y
la luna se ponen en el oeste, y nuestros antepasados los perseguían
cruzando ríos y montañas en esta dirección”. En el siglo IX los
miaos llegaron a estar distribuidos básicamente tal como lo están
ahora.
El grupo miao tiene una larga
historia y una vasta cultura. Pero debido a su amplia distribución
geográficas, sus ramas tienen cantos y danzas diferentes. En
Guizhou los cantos y danzas de los miaos que viven en el sudeste de
la provincia son más variados y atractivos. Desde la antigüedad,
los miaos piensan que el tambor de cobre es un instrumento sagrado,
y por tradición lo tocan para poner ambiente a las danzas en las
ceremonias de homenaje a los ancestros y los dioses. Aunque las
formas y los dibujos grabados del tambor de cobre varían en
diferente periodos y zonas, contiene indefectiblemente el dibujo de
sol radiante en la parte central. Con el correr del tiempo, muchas
danzas dedicadas a las ceremonias de homenaje se han convertido en
ceremonias populares o danzas recreativas. En algunas aldeas de
terreno accidentado, para facilitar la congregación y el cultivo se
nivelaron y adornaron ciertas tierras con lajas a semejanza de los
“rayos del sol” que hay en la cara del tambor de cobre, dándoles el
nombre de “planos de tambor de cobre”. Así, los aldeanos que bailan
en los actos de homenaje pueden imaginarse como “hombres de plumas”
para retornar al mundo de sus ancestros.
Entre los jóvenes miaos de ambos
sexos la danza más común y de mayor predilección es el Caitang.
Cuando esta danza se baila en la Fiesta del Año Nuevo, una banda de
mozos guapos aparece tocando sendas siringas y dando vuelta al
plano. Al son del cilindro mangtong (de bambú con un resorte por
dentro) de bajo colocado bajo un asparagus macho en el centro del
plano y en medio del toque de los tambores de cobre, la melodía
clara y altisonante resulta más fuerte y armoniosa. Después de los
tocadores de siringas viene un grupo de chicas amorosas de unos 16
años, vestidas con chaquetas bordadas y apuestas cada cual con unos
seis kilos de gorros, collares, placas, prendedores y pulseras de
plata tintineantes, como si fuesen hadas bajadas del cielo.
Bajo la conducción del cabeza de las
siringas, la música pasa al final de la
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melodía Caitangtiao al Taohuadai, una pieza apasionante. Al
instante los muchachos se excitan y se ponen nerviosos porque ya
sabrán si consiguen novias en la danza siguiente. Mientras las
chicas bailan, aquéllos tocan sus instrumentos tan bien como pueden
y se mueven bajando y subiendo la cabeza como pájaros para ganarse
las cintas de amor bordadas de sus queridas. En este momento
surgen muchas escenas dramáticas: Algunas chicas, cabizbajas y
sonriendo, fingen no ver a los pretendientes bailando en su
rededor; y otras, tan felices, no demoran en atar sus cintas a las
siringas de sus queridos apenas cuando éstos llegan a su lado.
Estas manifestaciones de amor sin voz están llenas de romanticismo.
Lo más divertido es que si bien algunos muchachos tienen ya cintas
amarradas a sus siringas, esto no les impide cortejar a otras
chicas y decirles flores. A veces una siringa puede tener hasta
muchas cintas atadas, lo cual es el orgullo incomparable de su
dueño.
Los Faisanes son una danza
tradicional de homenaje ejecutada por las mujeres adultas con el
acompañamiento musical también de tambores de cobre y siringas,
interpretando plenamente la adoración y el culto de los miaos al
tótem de aves voladoras desde la antigüedad. Estas bailarinas
tienen alhajas de plata en la cabeza, visten chaquetas negras y
cortas, usan faldas largas con encajes de cinco colores en la
cintura y con placas de plata y borlas a semejanza de plumas de
faisán en la parte más baja, y sus caderas con rellenos por debajo
de los pantalones se abultan como rabos de faisán. Bailan formando
un corro y se mueven hacia adelante y atrás, imitando la
caminata, el giro y el vuelo de los faisanes. Mientras ondean las
cintas prendidas a sus cinturas, la danza transporta a los
espectadores a tiempos remotos. Esta danza, símbolo del
advenimiento de los fénix, refleja el deseo de las mujeres miaos
por la abundancia en la vida y reproduce una escena de devoción y
solemnidad.
Los célibes de Fanpai en el distrito de Taijiang, sudeste de
Guizhou, gustan en particular de los Tambores de madera de Fanpai,
que es una danza colectiva alegre y atractiva acompañada del
redoble de tales instrumentos colocados a un lado. Los miaos tienen
muchas danzas con tambores, de contenidos, movimientos y tamaños
variados y las practican en todas las fiestas. Pero los Tambores de
madera de Fanpai son una danza de recreo diseñada especialmente
para la gente joven. Con el ritmo de lento a rápido de dos
tamborileros, los muchachos y las muchachas saltan y corren en
lugar de su timidez y reserva en la danza Caitang. Dan pasos
rápidos y levantan y giran los pies adentro y afuera de modo que
sus sayas negras suben y bajan a la izquierda y la derecha, y
mientras sus cuerpos se contornean con fuerza sus brazos laxos se
abren en todas direcciones. La danza no termina hasta que se agotan
la pasión, la fuerza y la velocidad. Esta danza, con movimientos
tan fuertes, es de veras una maravilla de Taijiang y traduce
perfectamente la franqueza y el vigor de los miaos locales y su
afición al canto y la danza en cuerpo y alma. Después de disfrutar
esta danza, un amigo japonés la comparó como el “disco de los miaos
de Oriente”.
(CIIC)
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