Danzas ewenkis y oronqens llenas de pasión
 
Entre la gran familia de 56 grupos étnicos de China, las etnias ewenki y oronqen, que hablan el manchú-tungús de las lenguas altaicas, viven en el noroeste del país, una en las montañas Xing’an y las estepas de Hulun Bur, y la otra en los bosques de la cuenca del río Ergun.

Los ewenkis y los oronqens, prácticamente del mismo origen étnico, son descendientes de las tribus shiwei, una rama de los hunos que vivían en Asia Septentrional, y guardan cierta ligazón de sangre con los mongoles. Al trasladarse a otros lugares, formaron modos de producción y vida distintos. Por el cambio de zona de vida y la influencia de las etnias vecinas, los dos grupos adquirieron diferencias y características propias en lo que respecta a la lengua, la cultura y las costumbres, convirtiéndose en dos etnias diferentes con escasa población. Ewenki significa “hombre de la selva de montaña”, y oronqen “hombre de la cumbre”.

Originalmente, los ewenkis vivían en las áreas que se extienden del lago Baikal hasta la isla de Sajalín, hoy Rusia, y alrededor del siglo XVII se desplazaron a China. Aunque la mayoría de ellos habitan en los bosques de montaña, los otros viven en las praderas a los pies de montaña. Así, tienen dos modos de producción: la caza y el cultivo combinado con el pastoreo.

A los ewenkis les gusta cantar y bailar, ya vivan en la montaña o al pie de ésta. Con frecuencia cantan y bailan después del trabajo o en las fiestas para descansar o divertirse. Las mujeres ewenkis de las áreas agrícolas y ganaderas se recrean bailando la danza Nugaili. La guía de la danza toca el suelo con un talón y golpea la tierra con la planta del pie, mientras pisa el

suelo sin cesar con el otro pie siguiendo el compás. En la danza la guía improvisa posturas que una tiene en la vida real. Por ejemplo, pone una mano en la frente a guisa de visera y la otra en la cintura y hacia atrás para “mirar lejos”, o brinca en cuclillas, o pone una mano abierta en la cintura y tira del lóbulo de la oreja con la otra y viceversa, haciendo como “arreglarse un anillo en la oreja”, y en eso las otras mujeres cantan e imitan sus acciones. Para resaltar la alegría y el ritmo, la guía conduce de vez en cuando a todas a lanzar gritos como “ajambay”, “dejuida” y “janda, janda”, de manera que la danza se torna más vigorosa y atractiva. Si alguna no puede seguir el ritmo acelerado e imitar las posturas difíciles y deserta del corro, se la castiga según la regla convenida.

La danza Hoguera es una danza recreativa de los ewenkis que viven en las montañas. Sin restricción del número de participantes, hombres y mujeres, de uno/una por en medio y formados en un círculo, bailan cantando alrededor de la fogata. Dicen que los pasos de esta danza eran muy variados en el pasado, pero ahora se han reducido a tres: lento, medio rápido y rápido. Todos andan despacio en el sentido del reloj y se tuercen hacia atrás, luego las mujeres apoyan sus brazos en las manos caídas de los hombres y éstos las llevan a girar en forma circular. Ahora la danza llega al clímax. Mientras el corro se vuelve más compacto, cada quien tira uno y el otro pie adelante por turno. Cuando tiran el pie derecho, mueven las manos unidas atrás y juntan las cabezas adelante; y cuando tiran el pie izquierdo, echan el cuerpo atrás y mueven adelante los brazos. Conforme se acelera el canto, los movimientos se tornan cada vez más difíciles y todo el mundo para cuando ya no puede continuar.

Los ewenkis toman al cisne como tótem desde la antigüedad y siguen adorando las migraciones de estas aves que vuelan de norte a sur y de sur a norte. Apenas cuando ven a un grupo de cisnes pasando por encima de sus cabezas, los hombres se quitan los gorros a modo de saludo y las mujeres arrojan vino y leche al aire en muestra de su amor por ellos. Así que la danza Cisne sigue siendo popular entre los ewenkis. Los bailarines de esta danza aletean los brazos imitando el vuelo del cisne  y se turnan emitiendo graznidos bajos y altos a manera de ritmo y acompañamiento sonoro.

Los oronqens profesan desde tiempos remotos el chamaísmo, que es un credo primitivo, y tienen por tótem al oso negro de las montañas del norte. Sus antepasados pensaban que eran descendientes del oso y lo llamaban “abuelo” o “abuela”. Los oronqens son francos, abiertos, y gustan de cantar y bailar. Sus coplas son improvisadas y sus danzas son imitaciones de lo que hacen los animales que campean en sus áreas de actividad y vida.

La Pelea de osos es una danza de diversión, conocida de todos y que gusta a todos. Se ejecuta por un grupo de tres hombres. Sus acciones son simples: Ponen las manos en las rodillas un tanto dobladas y gruñen “hm, hm”. Para comenzar, entran dos hombres, fingiendo ser osos, quienes meneando la cabeza y los hombros se atacan uno al otro. Luego, entra otro “oso”, con los mismos ademanes, intentando disuadir de pelear a los que se están mordiendo y pegando. Está claro que para el intruso, de igual postura, es difícil separar a los contendientes e interrumpir la lucha.

Otra danza no menos entretenida de los oronqens es El gallo de árbol. Se trata de un juego competitivo en el que puede participar cualquiera, sobre todo los niños. Para empezar, ellos forman una fila de frente, se acuclillan y ponen las manos sobre las rodillas. Al dar la orden el árbitro, todos en el punto de partida, que está a diez metros de aquél, cantan al unísono: “El que llegue primero a la meta, es ciervo; el que deserte a medio camino, es conejo; el que brincando la mitad se ría es un bruno podrido; y el que quede al final, es un gallo de árbol gordo, tonto y perezoso”. Una vez terminado el coro, todos brincan hacia la meta. En la carrera los más hábiles mueven los brazos arriba y abajo, saltan rápido y giran alrededor como el “gallo de árbol” para demostrar su destreza y burlarse de los atrasados. Pero no se sabe quién será el “gallo” torpe y holgazán sino al finalizar el juego en medio de risas.

Por si fuese poco, los oronqens bailan la danza Yijanen, imitación del proceso de la caza, cuando capturan muchas presas. Esta danza se baila en grupo de dos o más hombres. Ellos ejecutan la primera parte haciendo como conducir a los caballos, levantar los látigos, galopar, avistar, bajar, disparar, coger las presas y regresar a casa. Después, todos los asistentes forman un círculo y con el cuerpo ladeado se mueven adelante en el sentido inverso al reloj, para manifestar su satisfacción por la vida armoniosa.

(CIIC)

 
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