Hasta ahora aún no se ha determinado a qué familia de lenguas
pertenece la que hablan los coreanos de China, quienes habitan en
el noroeste de este país, principalmente en la prefectura autónoma
de Yanbian, provincia de Jilin, y en las provincias de Liaoning y
Heilongjiang. Estos coreanos no son una etnia oriunda de China. En
el relevo de los siglos XIX y XX, debido a las cosechas malogradas
y a la invasión masiva de Japón, muchos residentes de la península
Coreana cruzaron el río Yalu, convirtiéndose en un nuevo miembro de
la gran familia de etnias de China.
Sin embargo, los coreanos siempre
han tenido una ligazón muy íntima con los chinos desde la
antigüedad. Comenzando por las dinastías Sui (581-618) y Tang
(618-907) en particular, a través del intercambio constante la
cultura, la religión y las costumbres de las planicies centrales de
China se propagaron a la península Coreana, así que incluso hoy día
los habitantes de la península siguen compartiendo muchas cosas con
los chinos en lo que respecta a la cultura tradicional, la ética,
la religión y los hábitos.
Desde tiempos remotos, los coreanos
toman al ave como tótem. Por la influencia del taoísmo, llaman a la
cigüeña “cigüeña inmortal” porque piensan que esta ave puede volar
hasta lo muy alto del cielo donde están los inmortales. Aunque hoy
se ha empañado la carisma de la religión a causa del avance de la
ciencia, su amor y respeto a la cigüeña no han cambiado. Ellos
consideran a esta ave símbolo de la longevidad y la felicidad, y su
hábitat, lugar de bienestar. Según dicen, la chaqueta y el pantalón
blancos más un chaleco negro, atuendo tradicional de los varones
coreanos, son copiados de las plumas blancas y las alas negras de
la “cigüeña inmortal”. Por si fuese poco, en las ocasiones
protocolares usan gorros de gasa negra a semejanza de la cresta de
la cigüeña, para impresionar a los asistentes con su aire de
nobleza y elegancia.
Los coreanos son hábiles en cantar y
bailar, y hombres y mujeres, ancianos y niños, se ponen a bailar al
son del tambor y del laúd jiayeqin en el Día de Año Nuevo lunar, en
las fiestas y en las reuniones familiares.
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Viviendo en los llanos abajo de las montañas Changbai, en el
noroeste de China, los coreanos han cultivado arroz durante
generaciones. Para la conveniencia de su trasplante y cuidado en
grandes extensiones, trabajan en grupo a modo de ayuda mutua. Cada
vez que van al campo, llevan consigo tambores planos y suonas
(instrumentos de viento, parecidos a las trompetas), junto con las
herramientas de faena. En el reposo bailan y cantan a los acordes
de la música para reponerse de la fatiga. Con el correr del tiempo,
estos cantos y danzas, improvisados para el entretenimiento, han
formado parte de las actividades tradicionales.
La Danza alegre de los agricultores,
nacida de las faenas del campo, es una actividad de tradición
popular y contiene elementos de las ceremonias antiguas con
sacrificios. Habitualmente asume dos formas: Danza mímica con
argumento, y representación de masas con danzas tradicionales
apasionantes al comienzo del Año Nuevo lunar o en celebración de la
buena cosecha. Cuando es la ocasión, cada aldea envía un grupo de
danza a los festejos locales. El grupo va precedido de una “bandera
de orden” y una “bandera de agricultura”, en la cual está escrita
la frase que dice “la agricultura es la base de todo”, y luego del
director de la banda, quien toca un gong pequeño. Bajo la
conducción de éste, marchan los músicos que portan flautas,
trompetas y tambores y la guardia de honor compuesta de bailarines
disfrazados de toda clase de personajes. Por último llegan los
artistas listos para presentar la danza con tamborete, la danza con
tambores planos, la danza con tamboril, la danza con abanicos, la
danza de las cigüeñas, la danza con gorros de elefante, la danza
con máscaras y el drama de mímica.
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La Danza alegre de los agricultores consta de doce partes. Con el
retoque de ritmos diferentes del gong pequeño, comienza por la
danza con tamborete ejecutada por un varón joven. Esta danza es el
inicio convencional de los festejos y es seguida de la acrobacia de
los “arhats”, en la cual, al son de la melodía Yanfengtai, un grupo
de niños giran rápido en filas y formaciones diferentes y terminan
trepando unos sobre los otros.
Conforme progresa el programa, las
danzas se vuelven más artísticas. En la danza con tambores planos
pueden participar tanto hombres como mujeres. Estos tambores varían
de tamaño según los sexos. Los varones bailan en grupo, corriendo y
saltando en medio del redoble fervoroso de los tambores, para
demostrar su virilidad pujante. Una de las hembras, con un tambor
plano prendido a la cintura, baila un solo. Además de exhibir una
alta y variada destreza de tocar el instrumento, debe demostrar
también la viveza y la suavidad de la mujer coreana entre los
sonidos rítmicos, lentos y rápidos del tambor. Por supuesto, estas
dos danzas con tambores planos, de estilos distintos, siempre
arrancan aplausos y ovaciones de los admiradores.
El público se ha familiarizado con
la danza coreana con tamboril, pero no pocos se equivocan creyendo
que es una danza femenina. En realidad, tanto el hombre como la
mujer puede ser su intérprete.
El tamboril es uno de los
instrumentos musicales coreanos más peculiares y de tonos más
finos. Se compone de una caja larga y de cintura delgada, y en sus
dos bases tiene membranas de tonos altos y bajos. Cuando se toca
con el palillo, el “fuste” y los dedos, luce una gran riqueza de
expresión acústica peculiar. El tamboril es muy querido de las
bailarinas, además de ser un instrumento musical. Al compás de la
música del laúd jiayeqin, ellas tocan las membranas izquierda y
derecha usando el “fuste” (vara de bambú de 30 cm) en la mano
derecha junto con el punteo de los dedos de la mano izquierda, para
producir sonidos claros, armoniosos y de intensidad diferente. A
los acordes de la melodía, un grupo de bailarinas, en blusas
blancas y cortas y faldas largas y de rojo leve y con tamboriles
colgados del pecho, se mueven dando vueltas alrededor a pasos
ligeros, cual si fluyera un arroyo. Sus cuerpos esbeltos, y sus
hombros y brazos que bajan y suben,
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parecen cigüeñas blancas en vuelo, embelesando a los espectadores.
Cumplida una serie de movimientos lentos, sacan sendos palillos de
madera para tocar redobles rápidos y vivos, imprimiendo vigor,
fuerza y vértigo a la danza. En eso las bailarinas, absortas en el
clímax, empiezan a lucir lo mejor de su tamboreo, llevando la
atmósfera al punto culminante.
Después de la danza con tamboriles
viene la danza con abanicos grandes, originada de la danza del
brujo en la antigüedad. En esta pieza la bailarina usa uno o dos
abanicos para exhibir movimientos y posturas distintos. Acto
seguido, es la danza de las cigüeñas. Las muchachas, con cabezas y
alas de cigüeña postizas, danzan a pasos ligeros y largos para
desear paz y felicidad a los espectadores .
Al final de la Danza alegre de los
agricultores se ofrece la danza con gorros de elefante (Foto 3),
que siempre ha sido llamativa y excitante. Los hombres jóvenes,
trajeados de gala y usando gorros redondos con cintas de color
arrolladas, se paran de pie, caminan, se paran de mano en el suelo
y giran en torno de sí en el suelo y menean sus cabezas para tirar
las cintas afuera en sentido horizontal, vertical y oblicuo. El más
diestro, de pie en el centro, arroja de sí las cintas de 20 metros
de largo cada una. Es una técnica sumamente difícil. Este
espectáculo se asemeja a un río de arcos iris y una lluvia de
colores, tan hermosos y deslumbrantes para los admiradores. Ahora
en pleno auge regresan a escena los artistas portadores de
tamboretes, tambores planos y tamboriles para bailar por entre las
cintas al vuelo, como remete de la Danza alegre de los
agricultores.
Una vez completada esta danza, todo
el mundo se junta a bailar para divertirse y seguir disfrutando la
fiesta.
(CIIC)
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