A vista de pájaro, los cientos de
oasis en Xinjiang, una de las regiones autónomas de China situada
en el oeste del país, están separados y rodeados de desiertos o
gobis inmensos y, como perlas ensartadas, desparramados a los pies
de las montañas Tianshan, Altay y Kunlun.
Al cabo de medio siglo de esfuerzo,
la gente ha aumentado la superficie de los oasis en cinco veces
hasta 70.000 km cuadrados. Allí corren los manantiales cantantes,
dan sombra los frutales, se extienden sin fin los algodonales y
despiden aroma los arrozales y trigales.
Antes de 1983, Xinjiang tenía que
depender de los cereales enviados desde el interior del país para
la alimentación debido a la falta de tierras cultivables. El año
pasado, sin embargo, su producción cerealera alcanzó a los 8,3
millones de toneladas, o sea, 440 kg por persona, y además de
suplir la necesidad propia, vendió el excedente a otras provincias
o países vecinos.
Muchos gobis o páramos se han
transformado en campos de algodón verdes. En 2004, según
estadísticas, los algodonales se acrecentaron a 1.113.000 hectáreas
en lugar de las 150.700 en 1978, y su producción se elevó a
1.750.000 toneladas, el 8% del total mundial. Dicho de otra manera,
la superficie aumentó 6,4 veces y la producción 30 veces. Ello
significa que Xinjiang ha devenido la mayor base de algodón
comerciable y exportable de China.
Los recursos idóneos de agua, suelo
y luz solar y la rica variedad de plantas han proporcionado gran
conveniencia para el desarrollo de una agricultura peculiar en la
región. Una veintena de cultivos tales como el tomate, el cambrón,
la zanahoria y el lúpulo ocupan amplias extensiones de campiña y
cubren los oasis de colores atractivos.
El cultivo de frutales, prioridad de
la agricultura peculiar de Xinjiang, no solamente ha impulsado el
desarrollo económico local, sino que también ha ayudado a prevenir
y fijar la arena en las periferias de los oasis, surtiendo
resultados dobles en lo económico y lo ecológico. La depresión
Tarim, en el sur de Xinjiang, es uno de los seis lugares más
convenientes para la producción de frutas en el mundo, junto con
California de Estados Unidos, las riberas del Mediterráneo,
Oceanía, Sudáfrica y Asia Central. Actualmente, los frutales de
Xinjiang han superado 1as 666.700 hectáreas, rindiendo 2,64
millones de toneladas de productos por un valor de más de 4.500
millones de yuanes, esto es, 296 yuanes por cultivador/año. Vale la
pena mencionar que las 667 hectáreas de durazneros de alta calidad
localizadas en el distrito de Yutian en el borde sur de la
depresión Tarim y apenas a una distancia de cinco km de las dunas
han puesto a raya la arena movediza, dando amparo a los residentes
y sus actividades en el oasis.
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El agua es el ama de los oasis. La
gente ha cavado acequias y construido embalses a los pies de las
montañas y de éstas ha conducido el agua de hielo y nieve
derretidos para irrigar y convertir páramos secos en oasis
fértiles. Hoy día, Xinjiang ha construido 391 embalses, así como
240.000 km de acequias en cuatro niveles, equivalentes a seis veces
la línea ecuatorial.
La base de productos agrícolas
también ha dado origen a un nuevo turismo de tipo peculiar: el de
agricultura ecológica. La pera aromática de Korla tiene fama por su
sabor dentro y fuera de China. En primavera los perales florecen
bajo la lluvia susurrante, y este paisaje se ha convertido en un
tema predilecto de los fotógrafos aficionados chinos y extranjeros.
La prefectura de Ili, que es la mayor base de cultivo de lavanda
del país, produce el 90% del total nacional. Cada año llega una
multitud de turistas para disfrutar el olor etéreo de esta planta y
saborear el romanticismo exótico.
(23/09/2005, CIIC)
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