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Impulsar con dinamismo a las zonas rurales hacia una vida modestamente acomodada

 

-- Por Ai Pishan, miembro del Comité Nacional de la CCPPCh,Miembro del Partido Comunista y Presidente del Comité Provincial de Shaanxi de la CCPPCh

Por las antiguas zonas revolucionarias (denominadas adelante zonas antiguas) me refiero a las bases de apoyo revolucionarias establecidas bajo la dirección del Partido Comunista de China (PCCh) durante la Guerra de la Revolución Agraria y la Guerra de Resistencia al Japón. Estas zonas, ubicadas en más de 1.300 distritos de 27 provincias, regiones autónomas y municipios bajo la jurisdicción central, representan el 65,5% del total de distritos del país. En los años de guerras revolucionarias, las zonas antiguas sustentaron al PCCh y al ejército popular por él dirigido, proporcionaron una gran cantidad de recursos humanos, materiales y financieros necesarios para la lucha duradera, e hicieron enormes sacrificios para engrosar las fuerzas revolucionarias, contribuyendo grandemente a la conquista de la victoria final de la revolución democrática popular. Más tarde, el pueblo de las zonas antiguas renovó sus esfuerzos para hacer nuevos aportes a la revolución y construcción socialistas. Las ricas experiencias adquiridas en la lucha y la construcción por las zonas antiguas y la tradición revolucionaria gestada y formada en estas zonas se han convertido en una riqueza espiritual preciosa e inagotable del PCCh, el Ejército Popular de Liberación y el pueblo de todas las etnias del país.

Sin embargo, debido a que la mayoría de las zonas antiguas se encuentran en las áreas montañosas y padecen del transporte difícil, condiciones naturales pobres, base económica débil, educación, ciencia y tecnología atrasadas, inversión estatal insuficiente y llagas dejadas por las guerras del pasado, su economía está retrasada y muchas de estas zonas todavía no han salido de la pobreza en lo fundamental. Según estadísticas, las zonas antiguas tienen 305 distritos objeto de la ayuda estatal prioritaria para el alivio de la pobreza, o sea, el 51,5% de los distritos de esta clase en todo el país. Obviamente, esta situación afecta directamente al desarrollo económico y la estabilidad social del país en su conjunto. Por tal razón, desarrollar y construir las zonas antiguas y ayudar a la población local a dejar atrás la pobreza lo más pronto posible se ha convertido en una tarea política y acción del Estado de extrema importancia.

Para la edificación de una sociedad modestamente acomodada en todos los sentidos, el quid consiste en el campo, y el punto más difícil en las zonas necesitadas. De no tener el campo una vida modestamente acomodada, tampoco la tendría la sociedad en general; y de no tenerla las zonas antiguas, no existiría una vida como tal en el verdadero sentido para toda la sociedad.

Nuestra construcción del socialismo aspira por meta a paliar y eliminar la pobreza y a alcanzar finalmente la prosperidad común, permitiendo a las masas populares gozar de una vida holgada, armoniosa, satisfactoria y feliz. En el periodo inicial de la reforma y apertura para la construcción socialista, el Estado incrementó la inversión en las zonas dotadas de cimientos económicos y condiciones naturales más convenientes y les aplicó una política preferencial, para que su población tomara la delantera en prosperar. Esto fue una medida importante dedicada a realizar la estrategia de prosperidad del pueblo y fortaleza del país. Los logros de la reforma de nuestro país al cabo de más de 20 años de práctica y su desarrollo económico a saltos han impresionado al mundo entero. Sin embargo, las zonas antiguas marchan lento en la construcción, y su brecha con las zonas desarrolladas se está ensanchando. De ahí se desprende que reforzar con esfuerzo la construcción de las zonas antiguas y bregar por materializar la gran meta de la prosperidad común socialista ha llegado a ser un asunto impostergable con que nos enfrentamos.

La pobreza y el atraso de las zonas antiguas se deben principalmente a las condiciones naturales, antecedentes históricos y otros factores complicados. En este sentido, para fortalecer la construcción de las zonas antiguas y desarrollar su economía no les basta apoyarse en su propia acumulación y empeño sin que el Estado invierta una gran cantidad de fondos y emprenda proyectos allí. Es así porque de otro modo su desarrollo sería lento, no alcanzaría el paso de los tiempos y no estaría a la altura de lo que exige la naturaleza del socialismo, o sea, la prosperidad común. Razón por la cual sugiero que el Estado invierta más fondos en la construcción de infraestructuras en las zonas antiguas y acelere esta construcción allí, con el fin de resolver realmente los problemas de agua, caminos, comunicaciones, radiodifusión y televisión, problemas que sojuzgan el desarrollo económico de dichas zonas. Aparte del incremento de la inversión, sugiero que las autoridades centrales adopten medidas eficaces para asegurar los fondos de alivio de la pobreza en favor de las zonas antiguas sin demora alguna.

Pero la entrega de fondos es mucho más pálida en comparación con las medidas políticas en referencia al alivio de la pobreza. Es así porque los fondos sirven sólo para plazos cortos y son contables, pero las medidas políticas sirven a largo plazo y su ayuda es invaluable, y porque los fondos son factores externos, pero las medidas políticas pueden infundir entusiasmo e iniciativa en la población local. Los exitosos ejemplos de las zonas económicas especiales y las zonas de desarrollo establecidas en las ciudades costeras en las pasadas décadas son evidencias fehacientes de la poderosa fuerza motriz de la ayuda de las medidas políticas. Hoy que urgen la construcción y el desarrollo de las zonas antiguas, debemos prestarles un enérgico apoyo en términos de política tomando como referencia lo que hemos hecho con las zonas económicas especiales y las zonas de desarrollo en las ciudades litorales.

(08/03/2004,CIIC)


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