El éxito de una clase de 40 minutos ofrecida hoy por tres astronautas chinos en la órbita inferior de la Tierra, convirtió a Wang Yaping en la segunda maestra en el espacio.

Los intentos del hombre por explorar el espacio nunca han sido fáciles, incluso una clase desde el espacio varias décadas después de que un hombre orbitara la Tierra por primera vez.

Christa McAuliffe, una de las primeras entrenadas para ofrecer una clase de este tipo, murió en 1986 en el desastre del transbordador espacial Challenger mientras cumplía su misión. Veintiún años después, la compañera de McAuliffe, Barbara Morgan, terminó el trabajo.

La primera clase espacial de China tuvo un propósito similar al del Proyecto Profesor en el Espacio de la NASA: despertar la curiosidad de los estudiantes en torno al espacio y estimular el interés de las personas en la exploración espacial.

Más de 60 millones de estudiantes chinos, desde las áreas urbanas y rurales y desde la parte continental hasta Taiwan, asistieron a la clase en vivo gracias a las tecnologías de telecomunicación espaciales.

Nadie puede predecir cuánta influencia tendrá el espectáculo espacial en los niños chinos. Muchos jóvenes investigadores de las misiones espaciales tripuladas de China, cuya edad ronda los 30 años, fueron testigos del histórico viaje del primer astronauta chino, Yang Liwei, hace 10 años cuando aún eran estudiantes.

Sin embargo, como paíse recién llegado al espacio, China no tiene razones para ser autocomplaciente. Como dijo la profesora antes del lanzamiento: "Todos somos estudiantes en el vasto universo".

El planeta en el que vivimos es tan diminuto que los astronautas tendrían que viajar aproximadamente 50.000 años para alcanzar la galaxia más cercana a nuestro Sol con la tecnología que actualmente posee el ser humano.

La forma en que eduquemos a la próxima generación determinará los avances del ser humano en la exploración del universo.

La clase espacial es una chispa, un pequeño paso que puede acelerar el progreso, porque creemos que nuestros descendientes serán más inteligentes.

Así, a través de más actividades de difusión de la ciencia, los niños con sueños espaciales, sin importar lo inimaginables sean, podrían algún día lograr avances tecnológicos con los que ni siquiera Albert Einstein hubiera soñado. Fi