El Templo Shaolin ubicado en la
Calle 41 del distrito de Flushing, Nueva York, fue fundado en 1995
por el gran maestro Guo Lin, continuador del dharma (ley búdica)
del 30º abad del Templo Shaolin de Songshan, provincia china de
Henan. Aunque aquél, de 750 metros cuadrados de superficie, es
incomparable con éste, que lleva más de 1.500 años de historia,
tiene también un salón de Mahavira, una biblioteca de sutras, un
salón de 500 arhats y otro de práctica de kungfu.
Al hablar de la fundación del
templo, Guo Lin suspira con emoción. En 1992, cuando llegó a
Estados Unidos como integrante de la delegación del Templo Shaolin
chino para hacer una gira de representaciones, la maravillosa
exhibición del kungfu de los monjes impresionó a los espectadores,
provocando grandes repercusiones. Sin embargo, descubrió que los
americanos creían que el Templo Shaolin era solamente un gimnasio
de arte marcial por excelencia, y que algunos incluso abrían
gimnasios so rótulo de este templo o su arte marcial para hacerse
plata. Debido a ello, decidió volver a Estados Unidos a propagar la
auténtica cultura Shaolin.
Hoy día, el Templo Shaolin de Nueva
York tiene unos 400 discípulos, entre ellos la mitad asiáticos,
tres convertidos y los demás no convertidos, cuyas edades varían de
cuatro o cinco a más de setenta años. La mayor diferencia que
guarda del Templo Shaolin en China son sus estudiantes mujeres. Se
trata de una manera de aculturación, ya que de otro modo los
americanos protestarían por la discriminación. En cuanto a los
requisitos de admisión, Guo Lin dice: “Puede ser nuestro discípulo
quienquiera que adore el kungfu Shaolin, indistintamente de su
religión”.
A través del ejercicio, los
discípulos logran gradualmente la armonía en lo físico y lo mental
y depurar el pensamiento y así alcanzan el efecto del “chan
(meditación)”, refiere el maestro. Y añade que sólo al llegar a
esta etapa les será posible pasar a la “integración del chan con el
boxeo” y comprender verdaderamente lo vasto y profundo que es el
espíritu del budismo.
Guo Lin admite que es verdad que
algunos extranjeros se hicieron discípulos por el kungfu Shaolin al
principio, pero que en el proceso del ejercicio se fueron
interesando por lo que se implica culturalmente por detrás. Los
libros de budismo se acaban tan pronto como son colocados en los
estantes. La cultura Shaolin, que forma parte de la cultura china
tradicional, abarca el chan, el arte marcial y la medicina, entre
otras materias. Además de enseñar kungfu a los estudiantes, el
templo también les hace clases de chan y conocimientos de cultura
general, para ayudarlos a entender cómo se debe interpretar el
pensamiento del chan por medio del arte marcial y cómo resolver los
problemas encontrados en la vida real empleando el chan y el
pensamiento búdico.
Mientras el templo gana fama cerca y
lejos, algunas ancianas vienen a pedir consejo cuando sufren
disgustos. Entonces, Guo Lin hace lo mejor para consolarlas y
ponerlas alegres. Explica que la “comodidad para todos” que dice
Buda significa dar conveniencia a todo el mundo y satisfacer a
todos que uno tiene a su lado.
El discípulo extranjero con quien
Guo Lin está más satisfecho es el afroamericano Brown. Aunque no es
convertido, también tiene su nombre de dharma: Heng Yuan. En 2004,
en el I Festival Mundial de Are Marcial Tradicional, los dos
concursantes enviados por el Templo Shaolin de Nueva York se
llevaron tres medallas de oro, de las cuales se ganó dos Brown, de
37 años. Hoy en día, éste ya es muy hábil en el uso de 18 armas
blancas. Su destreza del boxeo mono es comparable con el nivel de
los profesionales chinos, comenta Guo Lin. Brown es ahora maestro
también, encargado de enseñar kungfu a unos cincuenta practicantes
extranjeros en el distrito de Brooklyn. Brown promete con orgullo
que se entregará toda la vida a Shaolin y afirma que el Templo
Shaolin es su hogar.
Merece señalarse que el Templo
Shaolin se entusiasma además por la beneficencia pública. El grupo
de representación del kungfu Shaolin, formado por Guo Lin, hace
colectas en las comunidades con sus actuaciones de caridad. Unidos
a la vida seglar, los discípulos de Shaolin emplean estos ingresos
para socorrer a los damnificados de desastres naturales y ayudar a
los niños pobres a ir a la escuela.
En Nueva York el orden público no es
envidiable. Cuando los empleados chinos de restaurantes envían
comidas por la noche, con frecuencia son atacados. Al enterarse por
la prensa de los casos de robo, golpe o muerte que sufren estos
trabajadores, Guo Lin ha tomado la iniciativa de abrir en el templo
cursillos extralaborales para enseñar algunas técnicas de defensa
propia a la gente común.
(06/11/2006, CIIC)
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